Los antiguos pobladores de Ticaco, cuentan que, hace muchos años, cuando los reinos aymaras empezaron a colonizar la sierra de Tacna, vinieron a establecerse a estas tierras unos hombrecillos de pequeña estatura a quienes se les llamaba "Gentiles" quienes construyeron sus viviendas en la zona denominada Paramarka.
A ellos se les atribuyen poderes mágicos y hasta la fecha hay quienes aseguran haberlos encontrado en medio del camino inca que conduce de Tarata a Ticaco; los Gentiles juegan bromas ya que su apariencia infantil hace que las personas que los ven, los confundan con niños, de lo cual se aprovechan para hacer sus travesuras.
A ellos se les atribuyen poderes mágicos y hasta la fecha hay quienes aseguran haberlos encontrado en medio del camino inca que conduce de Tarata a Ticaco; los Gentiles juegan bromas ya que su apariencia infantil hace que las personas que los ven, los confundan con niños, de lo cual se aprovechan para hacer sus travesuras.
Una leyenda muy difundida entre los pobladores de Ticaco refiere que, una noche, un señor que andaba montado a caballo encontró en su camino un atado; pensando en que su dueño vivía en el pueblo, decidió recogerlo para entregarlo a su propietario. Lo acomodó en su caballo junto a su pecho y continuó el camino.
Cuando llevaba recorrido ya un buen trecho, sintió que algo se movía en el atado y decidió destaparlo. Su sorpresa fue grande cuando descubrió una pequeña criatura dentro quien se dirigió a él diciendo: "Buen hombre, no temas, sólo te pido que me lleves hasta el pueblo"
El hombre desconcertado con el aspecto de adulto de este pequeño, decidió concederle su pedido y lo llevó hasta el pueblo, lo cual el Gentil agradeció concediéndole un don.
Una vez en casa, el caballero contó esta historia a su familia quien la ha repetido de generación en generación.
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