viernes, 12 de noviembre de 2010
lunes, 8 de noviembre de 2010
Las Ruinas de Paramarka
Las ruinas de Paramarka se encuentran localizadas en la cumbre del cerro del mismo nombre hacia el noroeste del pueblo de Ticaco, en la Provincia de Tarata, Región Tacna.
Se trata de un conjunto de restos arqueológicos correspondientes a una antigua ciudad donde se establecieron los primeros pobladores aymaras de esta zona, quienes fundaron probablemente una cultura denominada Inchura.
En este lugar se encuentran restos de viviendas construidas con piedras de formas irregulares sin evidencia de tallado o pulido, algunas sobrepuestas y otras unidas con barro. La mayoría de estas pequeñas casitas se caracterizan por tener un cuarto unido a un pequeño patio y están distribuidas en dos agrupaciones urbanas, una en la parte alta y otra en la parte baja del cerro, lo que recuerda la forma como se organizaban las ciudades en el tiempo de los Incas.
En muchas de ellas se han encontrado restos de cerámica rojiza y una especie de piedra pulida a bajo relieve de forma circular cuyas características permiten suponer que se trata de antiguos batanes usados para moler granos aunque hay algunos arqueólogos que señalan que se trata de pequeños molinos portátiles.
En muchas de ellas se han encontrado restos de cerámica rojiza y una especie de piedra pulida a bajo relieve de forma circular cuyas características permiten suponer que se trata de antiguos batanes usados para moler granos aunque hay algunos arqueólogos que señalan que se trata de pequeños molinos portátiles.
Fortunato Zora Carvajal, historiador y folklorista tacneño describe Paramarka de esta forma: “Hacia el poniente están los torreones construidos en piedras superpuestas. En una pequeña planicie, hacia el Este, se alza una vivienda de regular altura: residencia del Cacique. A continuación hay una plaza y alrededor las casas de los pobladores, descendientes de aymaras”
En la zona más alta de lo que Zora Carvajal denomina "plaza" se encuentra una curiosa piedra de gran tamaño que tiene la peculiaridad de emitir un ruido agudo similar al de una campana, por lo que los habitantes de Ticaco la han denominado "Kalacampana".
Los estudiosos señalan que el antiguo pueblo de Paramarka fue reubicado más abajo durante el tiempo de la colonia con el fin de reunir en un solo lugar a la población indígena de la zona de Ticaco.
En la zona más alta de lo que Zora Carvajal denomina "plaza" se encuentra una curiosa piedra de gran tamaño que tiene la peculiaridad de emitir un ruido agudo similar al de una campana, por lo que los habitantes de Ticaco la han denominado "Kalacampana".
Los estudiosos señalan que el antiguo pueblo de Paramarka fue reubicado más abajo durante el tiempo de la colonia con el fin de reunir en un solo lugar a la población indígena de la zona de Ticaco.
Actualmente, las ruinas de Paramarka se encuentran en abandono y a pesar de que todos los pobladores de Ticaco conocen de su existencia, no es frecuente la visita masiva de turistas a esta zona arqueológica.
La Leyenda de los Gentiles
Los antiguos pobladores de Ticaco, cuentan que, hace muchos años, cuando los reinos aymaras empezaron a colonizar la sierra de Tacna, vinieron a establecerse a estas tierras unos hombrecillos de pequeña estatura a quienes se les llamaba "Gentiles" quienes construyeron sus viviendas en la zona denominada Paramarka.
A ellos se les atribuyen poderes mágicos y hasta la fecha hay quienes aseguran haberlos encontrado en medio del camino inca que conduce de Tarata a Ticaco; los Gentiles juegan bromas ya que su apariencia infantil hace que las personas que los ven, los confundan con niños, de lo cual se aprovechan para hacer sus travesuras.
A ellos se les atribuyen poderes mágicos y hasta la fecha hay quienes aseguran haberlos encontrado en medio del camino inca que conduce de Tarata a Ticaco; los Gentiles juegan bromas ya que su apariencia infantil hace que las personas que los ven, los confundan con niños, de lo cual se aprovechan para hacer sus travesuras.
Una leyenda muy difundida entre los pobladores de Ticaco refiere que, una noche, un señor que andaba montado a caballo encontró en su camino un atado; pensando en que su dueño vivía en el pueblo, decidió recogerlo para entregarlo a su propietario. Lo acomodó en su caballo junto a su pecho y continuó el camino.
Cuando llevaba recorrido ya un buen trecho, sintió que algo se movía en el atado y decidió destaparlo. Su sorpresa fue grande cuando descubrió una pequeña criatura dentro quien se dirigió a él diciendo: "Buen hombre, no temas, sólo te pido que me lleves hasta el pueblo"
El hombre desconcertado con el aspecto de adulto de este pequeño, decidió concederle su pedido y lo llevó hasta el pueblo, lo cual el Gentil agradeció concediéndole un don.
Una vez en casa, el caballero contó esta historia a su familia quien la ha repetido de generación en generación.
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